Compartir un coche en España es una práctica común, especialmente entre familiares y amigos. Sin embargo, las aseguradoras no siempre miran con buenos ojos esta costumbre si ocurre sin notificación previa. La realidad es que conducir un vehículo ajeno implica responsabilidades legales y contractuales que muchos usuarios desconocen, y que pueden derivar en el rechazo de una indemnización en caso de siniestro.
El punto clave radica en quién figura como conductor habitual en la póliza. Las compañías de seguros exigen que esta información sea precisa, pues evalúan el riesgo basándose en el perfil de esa persona. Si el conductor real no aparece en el contrato y protagoniza un accidente, la aseguradora podría alegar omisión del riesgo y limitar o incluso negar la cobertura.
Conductor ocasional vs. conductor habitual
No toda conducción ajena implica fraude o exclusión. La mayoría de las aseguradoras en España permiten que alguien distinto al titular conduzca el vehículo esporádicamente. Sin embargo, si la persona lo utiliza con frecuencia o vive en el mismo domicilio que el tomador del seguro, debe ser declarado como conductor habitual. No hacerlo puede activar cláusulas de exclusión, con consecuencias económicas importantes en caso de siniestro.
Además, algunas pólizas contemplan el “uso indebido” del vehículo como motivo de penalización o recargo en futuras renovaciones. En estos casos, incluso si la cobertura no se niega por completo, los costos adicionales pueden ser significativos.