La pandemia de COVID-19 dejó más de 6,9 millones de muertes confirmadas y pérdidas económicas superiores a los 12 billones de dólares, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Esta crisis expuso la vulnerabilidad de las cadenas productivas y reforzó la dependencia de distintos sectores en la cobertura aseguradora.
Los análisis de Lloyd’s señalan que las compañías de seguros enfrentaron reclamaciones masivas, reducción del capital disponible y tensiones para sostener la solvencia financiera.
Transformación en los modelos de cobertura
El impacto de las reclamaciones llevó a revisar contratos, límites y exclusiones. Muchas aseguradoras incorporaron cláusulas específicas para pandemias y comenzaron a utilizar esquemas paramétricos que permiten pagos más rápidos basados en indicadores preestablecidos. Esta transformación muestra un giro hacia modelos adaptables capaces de responder con mayor agilidad a crisis globales.
La industria reconoce que los brotes epidémicos ya no son eventos aislados, sino amenazas recurrentes que requieren un enfoque integral. La modelación de escenarios se volvió esencial para anticipar impactos y reforzar reservas técnicas. Este cambio de perspectiva impulsa a integrar la salud pública en la estrategia general de gestión de riesgos.
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Colaboración público-privada en el futuro
Los estudios de Lloyd’s destacan que la magnitud de un evento pandémico rebasa la capacidad de aseguradoras y reaseguradoras en solitario. Por ello, la colaboración con gobiernos, bancos multilaterales y organismos internacionales resulta indispensable.
La experiencia reciente abrió camino a consorcios que combinan capital privado y respaldo estatal, garantizando esquemas de protección más amplios y sostenibles.
La digitalización acelerada durante la emergencia fortaleció el uso de analítica avanzada, inteligencia artificial y blockchain en procesos de suscripción y reclamación. Estas herramientas permiten tiempos de respuesta más ágiles y mayor transparencia en la relación con clientes.